
Doña Pura, como la llamaban en Valdeltormo, llegó muy jóven al pueblo con la intención de estar sólo un año de maestra mientras preparaba unas oposiciones, pero sus planes cambiaron, se enamoró y decidió establecer su hogar en el pueblo.
Querida por todos, fue una mujer dinámica y sensible que se adaptó rápidamente a la población y a sus vecinos. Varias generaciones de niños se formaron con ella y a pesar del paso de los años su recuerdo permanece en la mayoría de las casas de Valdeltormo.
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