En recuerdo de Paco

Un día aciago de Marzo, de cuyo año no quiero acordarme, pero desde el cual han transcurrido muchas lunas llenas, abandonó este mundo Francisco Caldú Sancho, más conocido por Paco. Nos dejó a sus 39 años, rebosante de vida y esperanza, felizmente casado y con dos preciosas hijas pequeñas, en un lamentable accidente de tractor que solo usaba algún fin de semana. Quedamos hundidos todos los que lo quisimos: su familia y sus innumerables amigos, además de muchos alumnos o ex-alumnos a los que contagió su deseo por saber. Su funeral, oficiado en Valdeltormo (La Vall), su pueblo y el mío, fue el más concurrido que se recuerda. Además de ser una excelente persona y de incluirme entre sus numerosos amigos , era un hombre culto, cuya curiosidad por saber más y más era admirable. Doy fe de ello porque lo conocí desde niño. Poseía los títulos de Maestro, ahora, creo, profesor de Primaria, y de licenciado en Geografía e Historia Contemporánea, aparte de sus contínuos estudios, cursillos, etc., sobre diversos temas, como por ejemplo, los audiovisuales y el cine que le entusiasmó. Era mucho su afán por aprender, así como su deseo de mejorar la vida de las personas, para lo cual se implicó también en política, a través de la cual el año de su fallecimiento hubiese obtenido un escaño de diputado en Las Cortes de Aragón. Los seres humanos expresamos nuestros sentimientos y emociones de muchísimas maneras. Reconozco que yo, cuando muere alguien que quiero, me pongo muy serio y no siento ganas de llorar. Parece que no se produce en mí ninguna emoción. Eso si, a medida que pasan las horas, los días, las semanas, los meses, entonces siento la ausencia de esa persona, la necesito conmigo. Al ocurrirme eso me invade una honda tristeza y soy consciente de lo mucho que he perdido. Esto me sucedió con Paco.El tiempo mitiga los sentimientos, pero el recuerdo permanece. Si es bueno perdura más hasta quizás no desaparecer nunca. En mi caso el recuerdo de mi amigo permanece casi intacto. Sus risas, su compañía, su amistad, acuden con frecuencia a mi memoria con especial gratitud. Con el tiempo valoro mucho más todo lo que me dio: su simpatía, su contagiosa alegría, su generosidad, sus novedades que casi siempre lograban sorprenderme, sus graciosas anécdotas; la humildad, sencillez y cercanía con las que se comportaba y te lo contaba, las innumerables veces que me visitaba, las cuales en muchas ocasiones se prolongaban tanto que su familia venía directamente a mi casa a buscarlo, etc. Era una persona tan sociable, que se relacionaba fácilmente con todos. En todas partes se sentía bien. Trataba casi siempre de suavizar, diluir los problemas, incluso con sus propias risas francas y abiertas. A veces decía: Venga que vas a comerte el mundo, o cosas similares. Cuando él aparecía en cualquier lugar la conversación se relajaba, había distensión, buen ambiente, o, como dicen ahora: «buen rollo». No importaba que estuviera entre gente mayor, o jóvenes, o mujeres. Por todo ello, que es mucho, te doy las gracias querido amigo. A pesar de tu ya larga ausencia permaneces en mi memoria con afecto y cariño. Estoy convencido que somos muchos los que así pensamos. Atesorabas abundantes virtudes. Es probable que tuvieras algún «defectillo», que tu familia, en especial tu esposa conociera, pero yo puedo decir que jamás los vi. Las personas somos contradictorias. Aunque en vida apreciemos a alguien, reconocemos más sus valores cuando su ausencia es prolongada, y aún más si pasó a la otra vida. La esencia o espíritu que somos nunca desaparece. Por eso, Paco, volveremos a encontrarnos. Estoy seguro que ahora gozarás de paz, libertad, alegría, y buen «rollo». El mismo que tú, amigo, creaste.

Jesús Timoneda Monfil

Para Jesús y todos aquellos quienes se acuerden de mi padre
Estoy profundamente agradecida a Jesús por el artículo que escribió. Me emocionó y me alegró mucho saber que después de tanto tiempo todavía permanece la memoria de mi padre en el recuerdo de tantos y además, de esa forma tan especial. No son muchos los recuerdos que yo tengo de mi padre porque era muy pequeña cuando falleció, pero una de las cosas que mi hermana y yo nos acordamos mucho es precisamente las innumerables veces que nos llevaba a casa de Jesús o que íbamos allí a buscarle, como bien Jesús dice. Precisamente el hecho de ser tan pequeña hace que me quede con todo lo que sus amigos y mi familia me cuentan sobre él y que para mi haya sido tan importante este artículo. La verdad es que a pesar de vivir poco tiempo con él, siento una admiración muy grande y también por mi hermana, que era un poco mayor que yo, sé que fue el mejor padre del mundo.Lo que sí puedo decir yo es lo mucho que le gustaba ir a La Vall y que cuando estábamos allí, mi padre era feliz. Mi madre siempre cuenta cómo cuando sus amigos bromeaban con que su pueblo no existía y no aparecía en los mapas, mi padre se dedicaba a pintar Valdeltormo en ellos para que supieran bien que su pueblo existía y mucho más, que era el lugar más importante para él. Del mismo modo hablaba de todos los vallejos. Por eso también sé que hubiera estado muy orgulloso si supiera que yo también opino de la misma manera. Nosotras sabemos que mi padre nunca nos dejó, desde allí donde esté nos cuida y nos guía. Por todo ello, muchas gracias Jesús, no sabes lo importante que ha sido para nosotros leer tu artículo.
Eva Caldú Alvarez – Julio 2006

Respuesta al artículo de opinión de Jesús Timoneda
He leido tu pensamiento en recuerdo de mi hermano, en la página de Valdeltormo, y quiero agradecértelo a través del correo electrónico.Me ha parecido muy emotivo todo lo que cuentas sobre él; sé que lo apreciabas mucho y a pesar de que han pasado casi 20 años, sigues acordándote de él, lo cual muestra tu grado de amistad. Dicen que los seres humanos existen mientras haya alguien que se acuerde de ellos. Esta opinión tuya en la web de la Vall, contribuirá a que su memoria perdure en el tiempo.En nombre de todos los que le queremos: MUCHAS GRACIAS.
José Luis Caldú – Julio 2006

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